Schizosacchromyces pombe, la levadura que rejuvenece cuando se reproduce.

Como especie, algo que siempre me ha llamado la atención es que nos consideremos superiores a cualquier otra especie. Es decir, tenemos la capacidad, la potente capacidad de observar nuestro mundo y poder comprenderlo y entenderlo, tenemos eso que solemos llamar inteligencia… ¿y acaso la demostramos? En el momento en que, entendiendo las complicaciones de la vida, de las formas vivas, nos consideramos superiores y más importantes que las demás especies, en mi opinión, perdemos cualquier ápice de inteligencia que creyésemos que nos quedaba.

Algo que la sociedad humana a deseado desde su existencia, es la capacidad de evitar el envejecimiento, e imaginaros que lo conseguimos tal y como lo ha hecho Schizosacchromyces pombe, y que cada vez que nos reprodujéramos, rejuveneciéramos. Eso tendría sus ventajas y desventajas, las ventajas las veo tan directas que las vamos a obviar, pero la desventaja de la sobrepoblación es muy remarcable. Vaya, ojalá tuviéramos el tamaño de S. pombe y ese no fuera un gran problema.

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Mecanismo bipartición

Esta curiosa levadura, ha conseguido volverse inmune al paso del tiempo. Solo necesita que las condiciones de crecimiento sean especialmente favorables, y conseguir reproducirse. Por norma general, las levaduras y muchos otros microbios, se dividen mediante escisión o bipartición, y aunque al principio se creía que los dos descendientes resultantes de la división eran exactamente iguales, más tarde se demostró que uno de los dos microbios descendientes del original, recibe material más viejo, y que el otro recibe un material totalmente nuevo, completamente funcional, como si renovase su maquinaria por completo, o como si a nuestro coche, cada 10.000 kilómetros, le cambiáramos el motor y la carrocería. Pero el problema es que si un organismo, que desaparece al reproducirse, da lugar a solo un organismo “funcional”, la población no podrá crecer nunca.

En condiciones especialmente favorables, se ha demostrado que S. pombe, al reproducirse, entrega material viejo de igual manera a los dos descendientes, haciendo que tras cada división, los descendientes sean un poco más jóvenes que su predecesor, porque la mitad de su material es nuevo, a diferencia del material del organismo anterior, que tras el uso se había ido desgastando.   Es decir, de cada división no sale un solo organismo con material nuevo, y otro con material viejo, si no que salen dos con material parcialmente nuevo, lo que permite una mayor adaptación y posibilidad de supervivencia a ambos organismos, y no solo al que se le había otorgado el material nuevo.

A diferencia de otras especies, S. pombe puede escapar al envejecimiento, siempre y cuando se divida lo suficientemente rápido, por eso debe estar en condiciones especialmente favorables, y no solo en condiciones normalmente favorables. ¿Pero qué ocurre cuando vive en condiciones que no sean perfectas? Para averiguarlo, los investigadores expusieron la levadura al calor, la radiación ultravioleta y productos químicos perjudiciales, lo que retrasó su crecimiento a un punto en el que los microbios no podían dividirse lo suficientemente rápido para mantenerse jóvenes. Bajo estas condiciones negativas, el asombroso elixir de la juventud del que parecía disponer S. pombe, parece que se termine, ya que las células de levadura comenzaron a dividirse en una más joven y otra más vieja, al igual que lo hacen por norma general el resto de microbios.

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Schizosacchromyces pombe

«Es increíble ver que incluso esos organismos simples han desarrollado estrategias tan potentes para sobrevivir», dijo Thilo Gross, y de nuevo, podemos volver a la pregunta que establece la pequeña reflexión del primer párrafo. ¿Somos superiores al resto de especies, tal y como por norma general se cree? Nosotros, los Homo sapiens sapiens (encima dos veces, a modo mofa, no somos sabios, somos sabios sabios), con toda nuestra supuesta inteligencia, no hemos sido capaces de crear estos mecanismos por nosotros mismos, y una “simple” levadura lo ha conseguido. ¿Debemos dejar de creernos mejores, y valorar a cada especie por igual? Al fin y al cabo, todas han llegado a donde estamos nosotros, a estar vivos en esta época, pero, a diferencia de nosotros, muchas de esas que consideramos “simples” especies, llevan aquí mucho más tiempo que nosotros, y seguirán aquí mucho más tiempo después de que nosotros desaparezcamos, si el objetivo final de una especie es su supervivencia, y tratar de evitar la extinción… ¿Qué especie es mejor? ¿Una levadura o un humano? ¿Un artrópodo o un chimpancé? Entiendo que nos podamos creer superiores porque no se puede negar que somos más complejos que las demás especies, pero parece que cuando se trata de sobrevivir, ser complejo no es una ventaja.

No pretendo ser, para nada, taxativo en mis afirmaciones, y aunque defiendo mi postura anterior, también agradezco a la complejidad permitirme anonadarme con cada cosa que descubro, y que la complejidad de mi ser me permite descubrir. Quizá como especie no debamos agradecer esa complejidad, pues sin duda, nos llevará a la extinción, pero como organismos, estoy seguro de que podemos estar orgullosos de ser complejos.

¿Será cuestión de límites?

Acerca de Javier Fernández Díaz

Aprendiendo siempre cosas nuevas. Pasión por la ciencia.

Publicado el 15 octubre, 2013 en Curiosidades microbiológicas y etiquetado en , , , . Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.

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