Archivo del Autor: Adrián Chahboun

Nuestra Historia: Hasta lo que Somos.

Al principio todo era oscuridad. Al principio, y mucho tiempo después lo fue, por lo menos, para cada uno de los lectores que se encuentra leyendo ahora mismo esta entrada.

Imaginen que todo lo que sabemos sobre el origen del universo es cierto. Pues bien, de ser así, piensen por unos instantes, que hace unos 13.800 millones de años apareció un atisbo de luz en el espacio que cambiaría para siempre el rumbo de la historia. Esa luz no sólo sería creadora de todo aquello perteneciente a lo que observamos en nuestros días, sino a muchas otras estructuras que, debido al momento en el que nos encontramos actualmente, no hemos podido presenciar.

Si la película que describe nuestro Universo es de 13.800 millones de años, la mía, por ejemplo, consiste en un fragmento de apenas 21 años… ¡¡Cuánto me he perdido!! Solamente nacer y ya llego demasiado tarde para ver la película. A pesar de ello, resulta curioso que aún llegando tarde, podamos ser capaces de entender los inicios de ésta. Es como si los materiales que componen nuestro cerebro le chivasen a la mente aquellos sucesos que habían acontecido con anterioridad hace ya muchísimo tiempo.

Y es que nuestros propios materiales -que exquisitamente coordinados nos permiten realizar una ingente cantidad de labores- no siempre fueron lo que ahora son. Ellos también tuvieron su propia historia. Sus relatos nos cuentan que para poder formarse y ser lo que son, debieron de existir estrellas colosales, cuya envergadura fue mucho mayor que nuestro Sol. Éstas se encargarían de formar elementos cada vez más pesados y de dar potentes fogonazos de luz, como inmensos faros, a regiones locales de nuestro Universo.

Del mismo modo en que nacieron, también debieron de morir, para que posteriormente diesen lugar a aquello a lo que estamos acostumbrados a contemplar: nuestra esfera azul. Aún así, no tenemos por qué envidiarlas: ellas vivieron durante muchísimo más tiempo que nosotros, y lo seguirán haciendo, aún cuando nosotros no nos encontremos ni a nosotros mismos.

Así pues, la muerte de una entre millares de estrellas ofrecería la posibilidad de que sus materiales, ahora más complejos, se dispersaran por el espacio, pudiéndose formar nuestro planeta. De los 13.800 m.a., han transcurrido ya 9.800 m.a. de película y nosotros, no somos ni siquiera un proyecto a corto plazo.

El escenario quedaría del siguiente modo: una estrella mucho más primitiva (nuestro Sol) y sus planetas circundantes orbitándola.

Al irse enfriando nuestro planeta, los materiales presentes por aquel entonces, poco a poco empezaron a agregarse, llegando a formar las primeras formas de vida. Dichas formas de vida estarían constituidas por células y colonias celulares que aprovecharían los recursos energéticos que el Sol les habría brindado: energía solar y química.

Éstas poco a poco irían explotando y consumiendo dichos recursos e, inconscientemente, transformarían y moldearían nuestro planeta, dictando el futuro de las siguientes formas de vida venideras.Seguidamente, aparecerían organismos pluricelulares, seres vivos más complejos que evolucionarían a partir de las formas de vida preexistentes. Sin embargo, para que cada uno de nosotros tuviese su papel en el Universo, quedaban unos interminables 3.000 millones de años de lucha por la supervivencia, donde nuestros antepasados debían de sobrevivir y acertar en las dotaciones genéticas que darían lugar a cada uno de nosotros. ¿Se hacen una idea de lo que es una guerra biológica por nuestra existencia que durase unos 3.000 millones de años?

Si solamente uno de entre todos nuestros antepasados hubiese decidido tomar una decisión ligeramente diferente a la que tomó, como seleccionar a una pareja diferente a la que seleccionó, en estos momentos yo no les estaría contando esta historia y, muy posiblemente, ninguno de vosotros sería testigo de ella. No conoceríais a vuestros padres, familiares y amigos. Cualquier experiencia, como el  ver, sentir o recordar sería totalmente suprimida de la memoria universal. Sencillamente, el Universo nos habría dado la espalda y no nos habría concedido la oportunidad de pertenecer a su historia.

Pero, afortunadamente, para nosotros no fue así. Una serie de fortuitas casualidades permitieron que dos estructuras atraídas por la química nos formasen a cada uno de nosotros. Así pues, bienvenidos y encantado de conocerles. Quien crea todavía que le puede tocar la lotería, es que no se ha enterado de la historia.

Un saludo,

Adrián Ch. 

 
 

Maravillas Celestiales: Las Galaxias

Hay más estrellas en el Universo que granos de arena en todas las playas del planeta Tierra.

Una Galaxia, en mi opinión, diría que es la estructura más grande que es capaz de albergar el Universo. Gigantes silenciosos de múltiples tamaños, colores y morfologías que se encuentran aparentemente inmóviles en el tejido espacio-temporal.

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Vía Láctea, vista desde arriba. Morfología Espiral Barrada.

Sin embargo, si se deja que transcurra un intervalo de tiempo considerable, se puede observar cómo pueden llegar a variar en tamaño,  morfología y contenido. Y es que estas estructuras contienen en su interior materia y energía. En concreto, están constituidas por un vasto número de estrellas, planetas, satélites naturales, polvo, gas interestelar, materia oscura y, tal vez, energía oscura.

Todas estas estructuras presentes en estos colosos se encuentran unidas por la gravedad, de modo que los satélites naturales se hallan gravitacionalmente unidos a los planetas. Éstos se pueden hallar (o no) orbitando su estrella anfitriona (cabe destacar que existen sistemas estelares binarios, en los que hay dos estrellas y planetas orbitándolas), de múltiples tamaños y formas, dando lugar a los sistemas solares. Dichos sistemas solares se sienten atraídos todos por la gravedad presente en el núcleo galáctico.

Y es que en dicho núcleo suele haber, en la mayoría de los casos, un agujero negro. Los agujeros negros son estructuras materiales con un poder gravitacional tan fuerte que ni la propia luz puede escapar de éstos. Todo lo que entra, es aniquilado y el tiempo se reduce a 0 cuando el objeto colisiona con su superficie.

Pero, ¿Cómo es posible que se observe en el centro de la galaxia un núcleo muy brillante? ¿Acaso no he mencionado que el gran agujero negro que la gobierna no deja escapar la luz?

El motivo por el que los núcleos galácticos son tan brillantes es debido a que en dicha zona se arremolinan múltiples tipos de estrellas, de manera que la concentración estelar va en aumento a medida que nos acercamos a éste. Además, os debéis de imaginar que las estrellas no van en línea recta como si fuese un juego de billar hacia el agujero negro, sino que proceden de diferentes direcciones de la galaxia y, por ello, forman núcleos más o menos esféricos, algunos con forma de cacahuete, en el que se observan como dos esferas luminosas.

También puede suceder que estos imponentes monstruos devoradores de material galáctico dejen de alimentarse durante un tiempo, debido a que el flujo de materiales todavía se encuentre distante del núcleo y, por ende, éste no muestre actividad. Sin embargo, es cuestión de tiempo que los materiales lleguen a éste, del mismo modo en que es cuestión de tiempo que una piedra lanzada a una cierta distancia al cielo vuelva a caer.

Referente a la morfología de las galaxias, existe una gran variedad. Por poner unas cuantas, mencionaré que las hay elípticas, lenticulares, barradas y espirales barradas o intermedias, entre otras.  Nuestra galaxia, la Vía Láctea, es una galaxia en espiral barrada. Su diámetro es de unos 100.000 años luz y nuestro Sistema Solar se encuentra a unos 27.700 años luz del núcleo galáctico.

Se estima que la Vía Láctea posee entre 200 y 400 mil millones de estrellas, y no es precisamente la más grande registrada en el Universo conocido (ni mucho menos). En otra entrada espero comentar las diferencias de tamaño entre estas.

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Cada punto representa una galaxia. En esta imagen, hay más de 10.000. Imaginen cuántas fotos como esta harían falta para llegar a 144 mil millones de galaxias.

A continuación, les mostraré la introducción de la famosa película Contact, basada en una novela de ciencia ficción del astrofísico y divulgador científico Carl Sagan. Me fascinó la película, os la recomiendo. En la introducción se observan múltiples estructuras. Las últimas que aparecen son las galaxias. Fíjense en la gran variedad y formas que hay. Su número no es una exageración en el rodaje de la película (de hecho, en cuanto al número representado, se quedan muy cortos), puesto que se estima que existen unas 144 mil millones de galaxias en el Universo. Sí, no es una exageración, de hecho, se espera que la cifra vaya en aumento…

Espero que hayan disfrutado de la entrada. Cualquier comentario, como siempre, será bienvenido.

Un saludo,

Adrián Ch.

Robosapiens: ¿Los Cerebritos del Mañana?

En la actualidad, se diseñan todo tipo de máquinas con una gran variedad de funciones. En la Revolución Industrial, las máquinas aseguraban una mayor productividad a los humanos; pero también les quitaban el trabajo a muchos de éstos. No era de extrañar, por aquel entonces, que algunos grupos de trabajadores intentasen inhabilitar dichas máquinas, con el fin de poder llevarse algo más a la panza a fin de mes.

Mucho más adelante, sin que nos diésemos apenas cuenta, la complejidad de la maquinaria industrial fue yendo cada vez a más. Y es que un nuevo campo de la ingeniería que recibe el nombre de robótica estaba empezando a tener su lugar en nuestro mundo.

Como sabréis, cada vez los robots pueden hacer más cosas, y mucho mejor. No sólo eso, sino que el ritmo al que avanzan me resulta apabullante. Además, países como Japón poseen robots humanoides muy semejantes en apariencia física externa a un ser humano. Los movimientos de la cara están muy bien logrados, y todavía se siguen perfeccionando, hecho que me parece curioso, porque: ¿Por qué tener un robot que se asemeje mucho a nosotros y no diferente?

Pues bien, hay algunos que afirman que si se asemeja a nosotros, con extremidades posteriores bípedas y dos anteriores para la manipulación de objetos, serían de vital importancia para ayudar al ser humano a realizar tareas domésticas, del mismo modo en el que la lavadora nos ayuda a limpiar la ropa o el microondas a calentar la comida. Otros afirman que se produce un rechazo natural por parte del ser humano cuando éste observa un ser semejante a éste pero cuyos patrones faciales (entre otros) no acaban de coincidir con la idea de “miembro de su especie” y, por ello, se produce un rechazo. Así pues, la solución para aquellos que deseen comercializar el robot seguramente sería la de hacerlos cada vez más semejantes a nosotros, con la finalidad de que éstos sean aceptados en la sociedad.

Por otro lado, como ya he comentado con anterioridad, los robots cada vez son capaces de realizar más actividades. Pero, una de las preguntas que tengo, es la siguiente: ¿Podrá el ser humano algún día sintetizar una máquina más inteligente que éste? Es decir, una máquina más inteligente que el creador de ésta.

Si se define a la inteligencia como la capacidad de solucionar correctamente problemas en un cierto intervalo de tiempo, entonces mi respuesta es un rotundo: sí. Para aquellos que crean lo contrario, les intentaré convencer con el ejemplo que comentaré a continuación.

Recuerdo haber visto un documental en el que un profesor de universidad se dedicaba a estudiar cómo las palomas que tenía en su laboratorio resolvían un problema que él les planteaba. Éstas permanecían observando una pantalla en la que aparecía un determinado patrón, y lo solucionaban notablemente. Sin embargo, cuando el profesor se dispuso a realizar el mismo experimento con sus alumnos, la cosa no fue tan bien… ¡ni de lejos!

 Al final de la prueba, ningún alumno afirmó convenciéndose a sí mismo de que había realizado la prueba sin que le temblase el lápiz a la hora de resolverla. Lo cierto es que ninguno supo resolver el problema. ¿A qué fue debido? ¿Acaso no somos más inteligentes que una paloma?

El hecho es que al poseer el ser humano un gran grado de complejidad cognitiva, éste intentaba buscar una solución razonable al problema que se le planteaba, barajando con ello un montón de posibilidades; sin embargo, la paloma, con un cerebro extraordinariamente más rudimentario y pequeño que el nuestro, identificaba el patrón con facilidad, ya que no debía de analizar sus múltiples opciones en su cerebro. Sólo tenía esa, y le iba bien para solucionar ese problema concreto. Si de dicho problema se hubiese tenido que depender para sobrevivir, sin lugar a dudas, la paloma hubiese sido la más adaptada.

Por tanto, yo diría que se puede concluir que para la resolución de dicho problema, la paloma era un ser más inteligente que el ser humano, aunque éste hubiese sido el que hubiese diseñado el experimento.

Dense cuenta que al principio comenté que la inteligencia no sólo era la capacidad de resolver un problema, sino de resolverlo y por unidad de tiempo. Ello se puede observar en los test de inteligencia, en los que el tiempo es una variable que influirá en el resultado de aquel que desee realizarlo.

En nuestro caso, para resolver el problema planteado por el profesor, primero lo observamos, la información circula por nuestro cerebro a gran velocidad, a través de una intrincada red neuronal hacia un área determinada y luego efectua la respuesta, lo que también conllevaba otro recorrido. Lo que pretendo dar a entender es que para la solución de un problema, en nuestro caso, se requiere de un cierto intervalo de tiempo, debido a que la velocidad con la que corre la información es debida, en cierta medida, a la estructura y el tamaño de los axones de las neuronas.

Sin embargo, considero que en una máquina el resultado debería de ser muchísimo más rápido. Piensen que a día de hoy se está barajando la posibilidad de que aparezcan los ordenadores cuánticos. Estos ordenadores irían a muchísima mayor velocidad que cualquier otro ordenador convencional y resolverían problemas muchísimo más rápido. Ahora bien, piensen qué ocurriría si se introdujese un ordenador cuántico, con capacidad de analizar grandes cantidades de información en una carcasa ovalada y de aspecto humanoide: tendríamos a un ser algo semejante a nosotros y capaz de resolver muchísimos problemas y, tal vez, mucho mejor que un ser humano. ¿Recuerdan la partida del célebre jugador de ajedrez Kasparov contra la máquina Deep blue? Aquella máquina, en los inicios de la informática, ya dio un muy buen juego.

Imagínense lo que sería tener el poder de un millón de ordenadores domésticos en uno solo. Más aún, imaginen si se reúne a un grupo de ordenadores cuánticos cada uno realizando una diferente función pero que interactúen entre éstos, de manera que los datos proporcionados por uno influyan en el resultado del otro.

A día de hoy, los grandes descubrimientos del ser humano han venido dados por grandes mentes, gente que por sus habilidades cognitivas ha aportado un granito de conocimiento a la humanidad. A pesar de ello, la cantidad de gente existente capaz de llevar a cabo grandes descubrimientos en un determinado campo como, por ejemplo, en el de la física, es escaso. Ahora bien, superando la barrera genética que permite que haya cierto número de individuos sobresalientes y añadiendo grandes cantidades de estos ordenadores, me imagino un aumento exponencial en el conocimiento de aquello que nos rodea. Es como si estas máquinas pudiesen ser aceleradoras del conocimiento, del mismo modo en el que los enzimas de nuestro organismo hacen que las reacciones espontáneas se den con mayor rapidez y, de tal importancia son, que sin éstos es muy posible que no existiese cualquier forma de vida que se conoce, ni siquiera, un robot. ¿Por qué no llamarlo forma de vida? ¿Acaso no es semejante a nosotros y constituido por muchos de los elementos químicos que forman nuestro organismo? ¿Qué es, en definitiva, la vida? Bien, ese es otro tema del que no tengo una respuesta, pero todo el mundo reconoce qué cosas están vivas. Quizás los robots se les deba llamar formas de vida de segundo tipo, es decir, aquellas que necesitan de las de primer tipo (otros seres) para su existencia. Esto ha sido todo por hoy.

Un saludo,

Adrián Ch.

Etología: Las Orcas

Estimados lectores,

Existe un animal que para mí posee una inteligencia escalofriante. De entre un grupo amplio y selectivo de animales en los que me he centrado largo tiempo en saber cómo se desenvuelven en el entorno que les rodea, las orcas me han aportado una gran satisfacción.

Cuando era niño, soñé que me caía a una piscina donde había en ella una orca sumergida a gran profundidad. Ésta ascendía hacia la superficie y yo podía observar como una gran mancha difuminada, negra y fusiforme, con unos falsos ojos blancos y elípticos que se dirigían hacia mí. Nunca olvidaré esa secuencia que, por aquel entonces, me pareció terrorífica. Y es que cuando ves una orca, con esa mancha blanca (parche ocular), crees que realmente eso es el ojo; sin embargo, como muchos saben, el ojo está ubicado a un extremo y es realmente pequeño en relación a ésta.orca

Este animal está considerado como uno de los que más memoria posee. Además, cuando se dispone a cazar, a diferencia de muchos otros, lo hace en grupo. Este simple acontecimiento requiere del entendimiento por parte de los demás miembros sobre la situación que se les plantea así como una comunicación entre éstos y posterior realización del trabajo, en el que un simple error puede ser fatal.

Así pues, las crías, que requieren de un cierto aprendizaje para estar en harmonía con la manada, necesitan aprender diferentes estrategias de ataque, así como también entender que forman parte de un grupo y que sus acciones tienen consecuencias para la estabilidad de éste.

Una de las tareas primarias de una cría consiste en el varamiento  intencionado. Esta maniobra es sumamente peligrosa, debido a que el nuevo miembro puede quedar varado en la orilla cuando éste intenta atacar, por ejemplo, a una foca. Para poder dar caza a la foca cuando ésta se encuentra nadando, el cetáceo emite ondas de sonido a una cierta frecuencia, que al impactar con un objeto, le proporciona información acerca del tamaño y la distancia a la que se encuentra, así como también si vale o no la pena su captura. A este tipo de emisión y recepción de ondas sonoras a una cierta frecuencia recibe el nombre de ecolocalización.

Seleccionado ya el objeto de interés, la orca se dispone a dar caza. Para ello, realiza un estudio del terreno, evaluando las zonas más profundas de éste e intentando descartar las que lo son menos, debido a la posibilidad de que queden varadas. A gran velocidad, se dirigen hacia la presa, intentando esta última acceder lo más rápido posible a la costa para ponerse a salvo. En el caso de que la orca quede varada debido al exceso de velocidad, rápidamente se dispone a enviar señales de ayuda (mediante ecolocalización) a su madre, lo que hace que ésta responda accediendo a gran velocidad y en dirección a su cría. Cabe mencionar que los vínculos entre madres e hijos son muy fuertes en esta especie. Además, las orcas son muy generosas entre ellas,  pudiendo llegar a compartir el mismo alimento entre los diferentes miembros.

Una vez la madre se encuentra a su lado, le ofrece instrucciones sobre cómo salir airosa de la situación. Otro caso que también me ha llamado la atención es un varamiento intencionado por parte de una serie de miembros que conforman la manada. En este caso, unos pocos miembros de la manada acorralan a la cría forzándola a alcanzar zonas muy poco profundas, evitando que escape hasta que ésta consiga salir de la situación por ella misma.

Por si fuese poco, aún hay más. Se ha observado que en ocasiones eligen atacar a las crías de ballenas grises, cuando éstas se encuentran a gran profundidad junto a sus madres (suelen ir en grupos reducidos). Estos enormes animales, también cetáceos, pueden malherir a las orcas con solo un coletazo procedente de la aleta caudal. Así pues, éstas deberán de coordinarse y organizarse para atacar a la cría indefensa. Pero, ¿Cómo hacerlo? Una de las estrategias consiste en que una orca se ponga en medio de los dos ejemplares de ballenas, de modo que ello facilitaría que la cría se quedara aislada de su madre y a merced de las otras orcas. A pesar de ello, la estrategia que me parece extraordinariamente fascinante es la siguiente: se disponen a rodear a la cría y en lugar de seguir golpeándola e hiriéndola internamente, las orcas se suben encima de la ballena, intentando que esta se hunda y que no pueda salir a la superficie a respirar. A simple vista, el hecho puede parecer poco relevante; sin embargo, a mi me resulta de lo más interesante. Si uno se fija y analiza meticulosamente en lo que realmente hacen, difícilmente puede escapar a la admiración.

Para realizar la tarea de hundir al ejemplar, parece ser que las orcas son conscientes de que la ballena posee el mismo orificio respiratorio que éstas (anatomía similar), de modo que piensan que igual que las orcas necesitan salir a la superficie para respirar, también el mismo hecho será requerido por las ballenas (y así es).Si esto todavía les sabe a poco, esperen y verán.

Hace relativamente poco se obtuvo una grabación que a mí me dejó estupefacto, hasta tal punto que se me pusieron los pelos de punta mientras la observé. En dicha grabación, se puede observar a una foca que está ubicada encima de un bloque de hielo a la deriva, en la Antártida. Alrededor de dicho bloque, un grupo de orcas se dispone a diseñar un plan para que la foca se precipite al océano.

Como el bloque de hielo es grande, diferentes grupos de orcas se disponen a golpearlo usando diferentes zonas del cuerpo, intentando fracturarlo y, de hecho, lo consiguen, obteniendo diferentes trozos más pequeños y distribuidos en la zona próxima a la foca. La siguiente tarea consiste en la eliminación de dichos bloques, que dificultan las maniobras que aparentemente y previamente tienen pensadas para efectuar. Una vez retirados, los depredadores que acechan a la presa se disponen a nadar próximas a la superficie del agua a gran velocidad para crear una ola, con la intención de que ésta arrastre al ejemplar al agua.

Sin embargo, se dan cuenta de que el esfuerzo de una orca no es suficiente, así que se requiere del trabajo en grupo para poder obtener la recompensa. La cooperatividad vendrá con una gran dosis de coordinación, en la que un grupo de unos 4 ejemplares se dispone a nadar a toda velocidad y de manera exquisitamente coordinada hacia el reducido iceberg, creando una gran ola que acaba tirando la foca al mar, a plena merced de las orcas.

Después de todo lo comentado con anterioridad, una de las cosas que les diré, es que a día de hoy, me encantaría poder estudiar estos animales. Los cetáceos, con especial relevancia a los delfines, me resultan muy interesantes y misteriosos. Observar que tienen esa gran cabeza y luego pensar en la multitud de tareas fascinantes que realizan, para mí posee un valor incalculable. Con considerable frecuencia, me pregunto: ¿Qué deben de estar pensando? ¿Qué harían si tuviesen manos y pies para caminar? Muchas veces pienso que podrían ser mucho más inteligentes de lo que nos pudiéramos llegar a imaginar. En mi más humilde opinión, su estudio no sólo les ofrece un valor, sino que también nos ofrece una lección a nosotros mismos. El pensar que somos los únicos seres inteligentes (en mayúsculas) en este planeta podría tener fecha de caducidad. Espero que futuros estudios arrojen mayor información acerca de la vida de estas hermosas criaturas y que, de una vez por todas, dejemos de sentirnos solos en este vasto y asombroso Universo en el que nos ha tocado vivir.

 http://www.superdocumentales.com.ar/documental/46/la-orca

Con anterioridad, se observa un vídeo de National Geographic donde se detalla con mayor rigurosidad la vida de las orcas.

Espero que les haya gustado. Cualquier comentario a hacer es bien recibido.

Un saludo,

Adrián Ch.

Maravillas Celestiales: Los Púlsares

Estimados lectores,

Imaginen que están estudiando cuerpos celestes más allá de los confines de nuestro sistema solar, en el año 1967 y que, apuntando con los radiotelescopios de la época (artefactos capaces de captar radiación electromagnética de onda larga, como las ondas de radio) hacia el espacio, detectan un sonido producto de la recepción de la radiación electromagnética y que se repite con una exagerada precisión en intervalos de tiempo muy regulares.

Pónganse en la piel de aquellos que la escucharon por primera vez. ¿Qué debieron pensar aquella gente de ciencia que  escuchó anonadada dichas emisiones puntuales de radio? Pues lo que les vino en mente fue la idea de que alguien en algún rincón concreto del universo nos estaba avisando, de manera voluntaria o involuntaria, de su presencia. Sin embargo, dicha idea tenía los segundos contados. Realizando una búsqueda rápida, detectaron 3 focos de emisión diferentes, también de una alta periodicidad y con diferente frecuencia, concluyendo que la fuente emisora era de origen natural y no artificial, es decir, aquello debía de ser un cuerpo celeste.

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Púlsar captando energía de una estrella vecina

Pero, ¿Qué era aquello capaz de emitir tal cantidad de luz y con pulsos regulares de tiempo? Dicho objeto celeste recibió el nombre de Púlsar, debido a que enviaba pulsos de luz hacia nuestro planeta y es por ello por lo que delató su existencia. Sin embargo, los pulsos de luz que recibimos del espacio no son debidos a que emita y deje de emitir energía, sino que os tenéis que imaginar un cuerpo de morfología más o menos esférica de un tamaño aproximado al de la ciudad de Manhattan y rotando a una velocidad de más de 60.000 kilómetros en un segundo. Además, posee un enorme campo magnético que arrastra las partículas presentes a su alrededor a tal velocidad que emiten gran cantidad de energía hacia el exterior, en forma de ondas de radio, rayos X y rayos gamma. Si los focos de emisión estuviesen fijos en el espacio, o bien no recibiríamos la energía o la recibiríamos de manera permanente.

El hecho de recibir los pulsos energéticos de manera periódica es debido a que el eje de emisión no se encuentra fijo, sino que va oscilando y apuntando en diferentes direcciones. Cuando dicho eje apunta hacia la Tierra es cuando recibimos el pulso y, por tanto, el chorro de energía.

El modo en el que se forman dichos semáforos en el Universo es debido a la muerte estelar. Cuando una estrella de grandes dimensiones colapsa y se vuelve supernova (estallido de una estrella fruto del colapso de ésta), las enormes presiones ejercidas por la gravedad instantes previos a la gran explosión hacen que se formen muchos neutrones que quedan íntimamente unidos en un espacio muy reducido dando como resultado un gran campo gravitatorio. Así pues, los púlsares son estrellas de neutrones, de un tamaño muchísimo menor que la estrella de la que proceden pero con una brutal atracción gravitatoria, capaces de devorar todo aquello que entre en su campo gravitatorio, incluida la luz. Si encuentran una estrella, se nutren de ésta hasta que agotan su combustible.

Además, si la luz no puede huir del púlsar, éste se deberá de entender como un objeto celeste extremadamente denso y de apariencia oscura, con una morfología cuasi esférica debida a su rotación, al igual que los astros que forman parte de nuestro Sistema Solar. La densidad que poseen es de tal magnitud que en un terrón de azúcar habría una masa de decenas de miles de portaaviones. Esto nos da una idea de cuán voraces pueden llegar a ser.

A continuación, para aquellos que deseen saber más, les recomiendo que observen este enlace en el que podrán ver con todo lujo de detalles lo que es un púlsar, así como también otros cuerpos celestes de grandes proporciones:

 

Espero que haya sido de vuestro agrado.

Un saludo,

Adrián Ch.

Etología: El Ave Lira

Queridos lectores,

Si algún día tenéis la oportunidad de visitar el continente australiano y pasear por sus bosques, no os alarméis si escucháis el sonido de una motosierra cortando un árbol, es posible que sean víctimas del engaño de Menura novaehollandiae, más vulgarmente conocida como Ave Lira.superb_lyrebird_98498

Este Ave paseriforme posee un tamaño aproximado de 1 metro de longitud, con un discreto plumaje marrón y gris, patas largas y alas redondeadas. La cola es quizás la única porción de su cuerpo que no pasa desapercibida y resulta muy codiciada por su belleza. Poseen la capacidad de retraerla al igual que los pavos reales y está constituida por 16 plumas rectrices, siendo las dos exteriores en forma de lira, de ahí su nombre.

El desarrollo de la cola es de unos 7 años. En el ritual de cortejo, el macho despliega su cola retrayéndola hacia adelante y exhibiéndola. Después del acto de apareamiento, la hembra pondrá un único huevo en el nido. Sin embargo, retraer y exhibir la cola no es la habilidad más destacada de esta especie. El Ave Lira, con su diminuto cerebro, es capaz de imitar con gran precisión una gran variedad de sonidos que le llegan de sus alrededores. De algún modo, es un bioindicador de la actividad presente en las vecindades del lugar en el que habitan.

Así pues, es capaz de imitar una gran variedad de Aves que se encuentran presentes en la zona como, por ejemplo, a la cucaburra, cuyo complejo canto resulta un juego de niños para el Ave Lira, que es capaz de confundir a dicha especie cuando inicia el ritual de cortejo.

Resulta más o menos sencillo de entender que un ave sea capaz de utilizar su pico, laringe y cerebro para poder atraer a la hembra de su misma especie, puesto que se podría explicar que su cerebro ha estado programado evolutivamente durante millones de años para poder dar lugar a toda esa gama de sonidos. A pesar de ello, al inicio de la entrada he comentado que es capaz de imitar notablemente el sonido de una motosierra y, dichos instrumentos, no existían hace millones de años. Pero es que también es capaz de imitar otros muchos sonidos artificiales creados por el ser humano. Entonces, ¿Cómo es posible esa plasticidad cerebral en este organismo? ¿Cómo es posible que su cerebro interprete y sea capaz de reproducir dichos sonidos de manera clara? Considero que se ha de ser muy consciente de la dificultad mental y estructural que conlleva el entendimiento del medio ambiente circundante asociado a la realización de dichos sonidos y, no sólo eso, sino que al realizarlos, el Ave Lira ha de ser sumamente estricto y fiel a la interpretación de éstos, pues la selección sexual determinará si dicho ejemplar tendrá derecho a tener descendientes.

A continuación, les mostraré dos vídeos para que puedan ver y apreciar la belleza, en todos sus sentidos, del Ave Lira:

Ave Lira: Imitación de sonidos

Próximamente, habrá más entradas relacionadas con el campo de la etología. Comenten qué les ha parecido. Espero que les haya gustado.

Un Saludo,

Adrián Ch.

Mente y Cerebro: Tercera Parte. Una Perspectiva Cosmobiológica

Así en la Tierra como en el Cielo

Este comentario, durante mi niñez, lo llegué a escuchar como otros muchos mientras estaba en misa con mi ya difunto abuelo. Era uno entre los muchos comentarios que un niño, joven, adulto o anciano podía escuchar en una Iglesia.

Yo, por aquel entonces, no tenía muy claro el por qué iba a misa. Sabía que cada cierto día de la semana acudía a ésta y que el sermón del cura iba a ser diferente al de la última vez que asistí. Pasado ya un cierto tiempo, de entre todo lo escuchado durante un corto periodo de mi niñez, la frase expuesta al inicio de la entrada me iba a ayudar a ver el mundo de modo diferente.

Un buen día, a los 8 años, observé un libro que hablaba de fractales. Yo no sabía qué era un fractal, pero las imágenes de la portada me animaron a seguir sabiendo más cosas acerca de este tema.  Descubrí que un fractal era un objeto geométrico cuya estructura básica se repetía a diferentes escalas, llegando a alcanzar valores infinitos.

Ejemplos de fractales son las ramificaciones observadas en nuestro sistema respiratorio, en los bronquios, los bronquiolos y los alveolos pulmonares. El patrón de ramificación presente en los árboles es otro ejemplo, en el que las ramas se expanden en múltiples direcciones y de igual modo. También este patrón yace en estructuras inertes como el Río Nilo o los ríos de metano de Titán, una de las lunas de Saturno.

Otro ejemplo de fractal es la siguiente planta perteneciente a la familia de las umbelíferas y que resulta muy común de encontrar en el campo:

Queen Anne's Lace

En esta imagen que ha sido retocada por mi (debéis de perdonarme, pero no soy un artista con el “paint”, pero eso es de menos, el objetivo es informar) se observa una macroestructura en forma de paraguas (umbela) que contiene multitud de uniones a otras estructuras más pequeñas que rematan en flores blancas (umbelas). Si se observa con detenimiento,éstas poseen una gran semejanza con la estructura mayor que las contiene. Así pues, he señalado con líneas y puntos de diferentes colores las semejanzas que se encuentran entre las microestructuras y la macroestructura. Por tanto, lo que quiero dar a entender es la idea de repetición.

Así pues, en unos casos los fractales se observan en una infinidad de seres vivos; mientras que en otros los observamos en aquello que yace inerte, como son los ríos. A continuación les mostraré dos imágenes y les explicaré la historia que subyace en cada una de éstas, así como la relación que tienen ambas y la extrapolación que hice para alcanzar a una idea mayor.

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Pensad a qué hacen referencia estas dos imágenes. Si no lo tenéis claro, os lo haré saber: la imagen de la izquierda corresponde a un corte histológico del cerebro observado en microscopía electrónica, en el que se pueden observar las conexiones entre neuronas; mientras que en la imagen de la derecha se puede observar cómo se organizan millones de galaxias en el espacio por acción de la gravedad. Para entender la grandeza de ésta última, debéis tener presente que cada punto pequeño amarillo correspondería a una galaxia, así que háganse una idea de la escala a la que estamos indagando.

Como se puede observar, estas dos imágenes poseen una extraordinaria semejanza estructural y siguen un mismo patrón fractal. Una pertenece a nuestro planeta; mientras que otra está presente en el vasto espacio sideral. Por tanto, en lo microscópico y vivo, así como también en lo macroscópico e inerte, observamos un mismo patrón. He aquí el significado que ha tenido en mí la frase expuesta al inicio de la entrada. El mismo patrón que sucede en lo que vemos día a día, a nuestros pies, es lo mismo que se halla en el espacio, más allá de nuestra cúpula azul.

Así pues, si ambas fotos corresponden a un mismo patrón, y una da lugar a la mente… ¿Será que todo nuestro universo es en realidad un ser vivo, capaz de pensar, analizar información, soñar, etc.? ¿Por qué no podría serlo? ¿Qué lo impide? ¿Acaso nuestras células saben que forman parte de un conjunto mucho mayor y que contribuyen al pensamiento de un organismo?

Existen teorías pertenecientes en el campo de la astronomía que ofrecen la posibilidad de que nuestro universo sea tan sólo uno entre muchos y posea unas leyes físicas que serían parcial o totalmente diferentes del resto de universos. Sin embargo, la existencia de otros universos, a día de hoy, no ha sido corroborada.

Aun suponiendo que nuestro universo fuese en realidad una especie de macrocerebro, ¿Por qué detenerse ahí? ¿Por qué ponerle límites y que este macrocerebro no perteneciese, en realidad, a un conjunto de macrocerebros que forman parte de un cerebro mayor? ¿No hemos comentado que los fractales son repeticiones geométricas infinitas?  ¿Por qué se debería de dar el patrón en la planta umbelífera y no en todo el universo?

Aceptando lo dicho con anterioridad, se entendería que el universo no fuese finito y no sería una rareza afirmar que nuestro universo fuese infinito. Al fin y al cabo, toda cosa existente en el nuestro es información, y la información no tiene por qué ser tangible y tener límites.

Por ejemplo, en un videojuego, podemos observar el hecho de que si nos dirigimos con nuestro personaje virtual hacia una pared, no podemos penetrarla. En este caso, la pared no es una barrera física. Ésta, al igual que todo lo que sucede en el juego, es información y viene dada por las reglas del programador. Lo que ocurre es que las leyes del juego impuestas por nosotros determinan que ese límite no se puede rebasar. Así pues, si nuestro personaje pudiese ser consciente de su entorno y de responder ante él como lo haría un ser humano, aquella pared virtual le resultaría  tan física y tangible para él como lo es cualquier pared u obstáculo presente en nuestro hogar para nosotros. Quizás el universo haya hecho lo mismo con nosotros y se haya repartido un compendio de leyes para que con éstas se pudiesen realizar determinados actos.
Es como si la información jugase con la información y el mismo juego, repetido una y otra vez, no tuviese un fin, del mismo modo en el que tampoco tuvo un inicio.

Espero que reflexionen y comenten.

Un Saludo,

Adrián Ch.

 

Mente y Cerebro: Segunda Parte. Un Enfoque Alternativo

El Principio de Superposición Cuántica afirma que un sistema material cuántico, como un electrón, es capaz de estar en dos lugares diferentes a la vez siempre y cuando el observador no incida directamente en la realización del experimento. Los resultados de éste pueden variar en función del grado de intervención del investigador.

El Entrelazamiento Cuántico es una propiedad que se predijo en el año 1935 por Einstein, Podolsky y Rosen. Al tener dos partículas cuánticas entrelazadas A y B separadas una cierta distancia, si se dispone a dar una determinada orden a la partícula A (dando a entender que le sucede cualquier cosa), inmediatamente la partícula B percibirá el cambió y responderá en consecuencia, independientemente de la distancia que las separe. Más aún, si uno de estos dos sistemas, en un momento dado, desaparece (pongamos que desaparece la partícula B), se puede lograr que se entrelace el sistema A con el sistema B, aunque este último haya dejado de existir.

La Teoría de Sistemas afirma que todo sistema está formado por un conjunto de componentes o subsistemas que interactúan entre ellos de un modo más fuerte que cualquiera de ellos con un componente no perteneciente al sistema, es decir, un componente externo. Además, establece que el Todo (es decir, el Sistema) no es sólo el producto de la suma de sus componentes; sino que es todo lo anterior sumado a la aparición, como consecuencia de dicha interacción, de las propiedades emergentes.

Pero, ¿Por qué me ha dado por hablar de física, cuando lo que promete la entrada es hablar del cerebro? Para saber la respuesta, se ha de haber leído la entrada anterior. En las últimas líneas de dicha entrada hacía referencia a la importancia que tiene en mí el cerebro, así como también la inteligencia animal, que forma parte de la mente y que ésta, a su vez, es una propiedad emergente, cuyo sistema es el cerebro que, a su vez, está formado por subsistemas: diminutas y laboriosas unidades celulares que se intercomunican unas con otras mediante leyes físicas (electricidad) y químicas (neurotransmisores, hormonas, etc.) dando lugar a una vasta e intrincada red neuronal, capaz de regular el control de todo nuestro organismo.

El hecho de que me apasione el cerebro es debido a las propiedades emergentes que tiene, que son muchas como, por ejemplo, la capacidad de poder ver, escuchar, resolver problemas abstractos, sentir placer o dolor, memorizar, soñar, amar, etc. Todas ellas me parecen un auténtico misterio que, en mi opinión, es digno de estudio.

Puedo entender que las mismas leyes naturales de física de fluidos que se encuentran presentes en un vaso circulatorio sanguíneo, como el flujo de sangre que puede pasar por un determinado capilar de un diámetro determinado (y, por tanto, de algo perteneciente a un sistema vivo) se puedan aplicar a una manguera en cuyo interior encontramos agua a una cierta presión circulando por una objeto cilíndrico muy similar en estructura a un capilar.

Es decir, aquí estoy relacionando una misma ley física para dos cosas: una que se considera viva y otra que no lo está. Como he dicho con anterioridad, puedo entender que esto sea así, del mismo modo en que la bomba de un pozo pueda hacer ascender el agua desde las profundidades de éste, similar a lo que realiza nuestro corazón con la sangre. Todo ello me resulta sumamente fácil de visualizar y de realizar una predicción matemática de los resultados fruto de la interacción entre dichos subsistemas y conociendo sus valores.

Ahora bien, lo que me parece una soberbia y descarada demostración es lo que es capaz de hacer todo el entramado neuronal. Recuerdo estar el año pasado en la universidad, en las prácticas de laboratorio, observando diferentes variedades de tejidos. Cada uno de éstos tenía su complejidad, con sus células especializadas, cuyas funciones eran, entre otras, la excreción de moléculas al medio exterior, enviar señales, etc. Sí, todo un sistema elaborado pero, en mi opinión, muy predecible, en el estricto sentido de que cualquiera puede imaginar una vacuola excretando las sustancias nocivas de una célula al exterior como si fuese un saco de grasa lleno de estiércol (por poner una analogía).

En un determinado momento, se procedió a poner un corte histológico del cerebro de un ratón en la platina del microscopio óptico y recuerdo quedarme maravillado observando la muestra, preguntándole lo siguiente: ¿Qué tendrás de diferente del resto de células del organismo, que a pesar de tener un mismo origen genético y estar agrupadas y comunicadas como lo hacen el resto, con cierto grado de diferenciación específico, seas capaz de dar lugar a algo tan exquisitamente complejo como es la consciencia? ¿Cómo se puede explicar matemáticamente, físicamente o químicamente la aparición de estas propiedades?

El hecho es que la teoría de sistemas afirma que aparecerán nuevas propiedades como resultado de la interacción de los componentes (neuronas) que forman el sistema (cerebro) pero, en este caso, uno no puede predecir matemáticamente que el fruto de la red neuronal sea la mente. Se sabe que existe, y nada más.

Por otro lado, no creáis que me he olvidado de las dos primeras leyes físicas que he mencionado al inicio de la entrada. Todo lo que pongo es siempre por algo. A continuación, os presentaré la parte innovadora. Intentaré aplicar conceptos de la mecánica cuántica al campo de la cognición. Mi objetivo es el de intentar ofrecer una explicación racional y multidisciplinar (abarcando mecánica cuántica y biología) sobre el por qué de ciertos fenómenos que pueden acontecer en determinadas situaciones límite.

Es posible que alguna vez hayáis tenido la ocasión de haber escuchado a algún familiar, amigo, compañero o, simplemente un desconocido, en algún medio informativo o en persona, el hecho de que mientras éste yacía en una situación de salud mental crítica como, por ejemplo, estado de coma, haya podido, de algún modo que se desconoce, desdoblarse y observarse a sí mismo tumbado en la cama del hospital (por poner algún lugar). No solamente eso, sino también mencionar que tenía la capacidad de poder ver y escuchar a sus familiares llorar y, más aún, poder desplazarse de una sala a otra, sin que los límites impuestos por las paredes fuesen un obstáculo. Y por si fuese poco, que algunos de estos “pacientes del otro lado” se encontrasen unidos a su cuerpo físico mediante una especie de hilo que podían tensar (o no), a su antojo.

La pregunta es: ¿Cómo explicar el poder ver lo que hace el médico de la sala de al lado con todo lujo de detalles? ¿Un déficit de oxígeno en una determinada área cerebral? Tal vez sí, o tal vez no. No sé el motivo por el que ocurre, pero intentaré ofrecer una hipótesis (siempre aceptando que sea cierto el hecho de que uno se puede desdoblar) sobre cómo explicar que un ser humano postrado en una cama, con los ojos cerrados, quieto y en unas condiciones de salud que ponen en jaque a la propia muerte, pueda ser capaz de realizar justamente lo contrario y volver (si es que alguna vez se fue), para contarlo.

Pues bien, empezando por el principio de superposición cuántica, éste afirma que una partícula cuántica puede estar en dos estados al mismo tiempo. Si el cerebro es el producto del flujo de electricidad, y la electricidad es debida a una corriente eléctrica, por qué no pensar que muchas partículas de nuestro cuerpo, en un momento dado, dan lugar al “otro ente”. Aún no pudiendo explicar satisfactoriamente este suceso, y suponiendo que éste sucede porque es otra de las propiedades emergentes que posee nuestro cerebro y que desconocemos, ¿Cómo explicar que el paciente, al levantarse, sea capaz de contar lo ocurrido? Es decir, le ha tenido que venir la información de algún lugar que está ubicado a una cierta distancia respecto a éste. Sí, estoy haciendo referencia al entrelazamiento cuántico. Quizás, ese ente que está captando información en lo alto de la sala, está modificando nuestro cerebro (el acto no tiene por que ser voluntario) y actualizándolo debido a que ciertas partículas presentes en el ente se encuentren entrelazadas con nuestro cerebro (quién sabe, quizás con ese hilo que hablaba con anterioridad y que conectaba a las dos realidades), de modo que al despertarse, éste pueda ser capaz de explicar lo acontecido a todo aquel que esté dispuesto a escuchar.

No necesitamos de ojos para ver un cuadrado. Podemos cerrar los párpados y visualizarlo. Si realizamos la prueba diferentes días seguidos, estoy seguro de que el cuadrado observado el día 3 no se parecerá al cuadrado observado el día 10; sin embargo, hemos sido capaces de visualizarlo, porque nuestro cerebro tiene el potencial de hacerlo. ¿Por qué no iba a tener algún potencial cuya propiedad emergente desconocemos y que se manifiesta en un momento dado de nuestra vida? ¿Sería por ello menos interesante? ¿Por qué no aprender de los nuevos avances en múltiples áreas del conocimiento para abarcar un problema, cuyo origen (el cerebro) está gobernado por leyes físicas y químicas?

Me cuesta creer que existe un “espíritu”, por el hecho de que los que estudiamos ciencias biológicas aprendemos que todo lo que constituye la materia viva se reduce a elementos materiales. A pesar de ello, no me parecería nada extraño el hecho de que alguien, en algún momento, me pudiese demostrar que el espíritu es una realidad como cualquier otra. ¿Por qué nos iba a extrañar? ¿Acaso la historia no nos enseña una y otra vez que aquello que había perdurado como una realidad inalterable durante miles de años había acabado por sustituirse por una nueva visión del mundo?. Al fin y al cabo, “¿Sabe la mariposa que una vez fue gusano?” o “¿Qué sabe el pez del agua donde nada toda su vida?”. Espero que reflexionéis sobre el tema y que éste haya sido de vuestro agrado.

Un cordial saludo,

Adrián Ch.

Mente y Cerebro: Primera Parte

Queridos lectores,

Os he de confesar un hecho peculiar que aconteció durante mi niñez. Los cuadros hablan. Sí, lo hacen. Y saben más de uno, de lo que uno sabe de sí mismo. Desde mi perspectiva, el maestro de todos los cuadros no fue “un Picasso” o “un Dalí”, fue uno bien sencillo y cuyo autor de dicha obra, por aquel entonces, no tuve el detalle de fijarme, hecho que a día de hoy me inquieta.

Como ya os he dicho, ese cuadro se comunicó conmigo perfectamente. Aún siendo mudo y estando colgado en la pálida pared,  el fresco cerebro de un niño de apenas unos 5 años de edad estaba analizando con todo el detalle que le era cognitivamente permitido aquella imagen y poniendo en danza una serie de interpretaciones, intentando adivinar cuál de éstas era la más acertada.

Y es que creo haberlo visto, o bien en mi casa, o en casa de alguno de mis familiares. Pero volviendo al párrafo anterior, retrocederé un poco hacia atrás en el tiempo.

Recuerdo haber estado en un lugar en el que había unos pocos cuadros. Ese lugar podría ser, perfectamente, cualquier hogar. Caminé por un pasillo y recuerdo que uno de ésos me llamó subliminalmente la atención, ya que en aquel momento el destino de mis andaduras no era el de ponerme a contemplar aquellas obras de arte.

Así pues, de algún modo me llamó, me avisó, se comunicó conmigo e, involuntariamente, acepté la invitación de buen gusto. Pero yo no sabía de qué iba todo aquello, yo solamente era un títere e inconscientemente, sin yo saberlo, me estaba preparando para un silencioso interrogatorio.

Me puse justo enfrente de él y alcé la cabeza para poder contemplarlo con mayor claridad. Lo que observé, en principio, no parecía que fuese un acontecimiento relevante, o tal vez sí que lo fue. Eso se vio posteriormente. ¿Pero qué es lo que vi?

Vi una imagen en la que se podía observar dos niños que estaban sentados en la fresca hierba del prado, y digo fresca porque el hermoso color verde casi eléctrico que tenía hacía que yo me imaginase estar sentado en aquél hermoso lugar. Pero no sólo era bello el campo, el juego de luces que realizó el pintor hizo que el Sol estuviese, por unos momentos, congelado en la imagen. Pero había algo más. En el campo se podía vislumbrar una pareja de jóvenes que estaban sentados y acariciaban un esbelto y melenudo león.

No sé qué pensaríais si observaseis un león plenamente tranquilo y que era acariciado, sin temor alguno, por dos jóvenes de corta edad. En aquel momento, una rápida interpretación me vino a la cabeza: aquello era el cielo. Sí, aquello debía de ser el cielo, porque cómo iba a ser posible que el ser humano estuviese en plena armonía con un ser que infunde respeto y temor (no piensen en el ser humano de la ciudad; sino aquel que está en la sabana cara a cara con el peligro de que una de estas criaturas pueda malherirles).

Pero, ¿Por qué afirmar que aquello era el cielo? La razón es sencilla: aquel cuadro había pertenecido a gente que vivió hace mucho tiempo, de modo que era muy probable que el significado fuese aquel.

Sin embargo, otra idea de mucha mayor intensidad vino de inmediato a mi mente, tanto que me marcó hasta la actualidad. La idea consistía en un mundo futuro en el que los seres humanos no teníamos la necesidad de temer a los grandes depredadores, ni a ninguna criatura viviente en especial. El hecho de que estuviesen sonriendo hombre y bestia me daba a entender de que ambas especies se entendían perfectamente, cada una conocía las intenciones de la otra y sabía actuar en consecuencia para lograr estados recíprocos de bienestar, que tanto anhela el ser humano y del que hay veces que se le escabulle de las manos, debido a que aún no ha logrado conocer el entorno que le rodea y, mucho menos, a sí mismo.

De modo que aquel cuadro me ayudó a encontrarme a mí mismo, a hallar un rincón de mi Universo del que no tenía constancia, porque es evidente que no me habló y que fui yo el que puso la idea en mente.

Los siguientes años de mi vida irían acompañados de una creciente obsesión e intención de poder entender agudamente el comportamiento de los seres vivos, en especial, de un selectivo grupo del que me siento exquisitamente fascinado: delfines, orcas, ballenas jorobadas, cuervos, keas, chimpancés, etc. están todos ellos en mi punto de mira y quiero saber más sobre ellos.

En la actualidad, deseo entender dos cosas relacionadas con lo que estudio: la inteligencia animal y el cerebro. Esta entrada solamente es la introducción de un tema que será tratado en la próxima entrada que publique, de manera que actuará de puente o enlace. En ella, pretenderé esbozar y argumentar una serie de ideas que algunos consideran innovadoras y de las que hace tiempo que tengo en mente,  cuyo tema principal será el misterio del cerebro. Espero que os haya gustado. Nos vemos en la siguiente entrada.

Un cordial saludo,

Adrián Ch.

Una imagen inolvidable

“El cosmos está constituido por todo lo que es, todo lo que ha sido o lo que será. La contemplación del cosmos nos perturba. Sentimos un hormigueo en la espina dorsal, un nudo en la garganta, una vaga sensación, como si fuera un recuerdo lejano, de que nos precipitamos desde el vacío”

Así comenzaba el primer capítulo de la célebre serie Cosmos: un viaje personal, del astrofísico y divulgador científico Carl Sagan. ¡Qué palabras más profundas para empezar una maravillosa serie constituida por 13 capítulos!

En esta entrada me gustaría hacer especial mención de la relación mental entre esta celebridad y yo, así como también dar a conocer cómo la perseverancia en mí me cambió por completo. Pero, de momento, no sabéis a qué me estoy refiriendo. Esperen, observen y verán.

Hace unos 6 años, en el instituto, en la asignatura “ciencias para el mundo contemporáneo”, mi profesora se dispuso a enseñarnos algo de cosmología. Por aquel entonces, yo ya tenía mucho más conocimiento del que se me brindó. En una clase a oscuras, solamente iluminada por un proyector y con mis compañeros sentados a mí alrededor, íbamos observando diferentes objetos celestes. Primero estaban los planetas y sus respectivas lunas, que orbitaban alrededor de éstos y que, a su vez, todos los cuerpos orbitaban alrededor de una estructura esférica mucho mayor, nuestro Sol.

A continuación, venían las hermosas nebulosas, maravillas celestiales con figuras caprichosas fruto del estruendo inaudible de una estrella moribunda. Finalmente, aparecían las galaxias, representadas una por una. Hasta allí todo bien, pero yo intuía que la función no iba a acabar allí. Lo próximo fue un compendio de más de 10.000 galaxias en una sola diapositiva. Acto seguido, una lágrima se deslizó por mi mejilla. ¿Qué me estaba ocurriendo? ¿Tan bellas eran esas galaxias cuyas fotos no eran de una calidad excepcional? “Yo en aquel momento, no vi galaxias, solamente vi vida, y a gran escala. Esa lágrima era la impotencia materializada, la transformación de un sentimiento en algo tangible”.

Suelo pensar que los seres humanos, ni estamos solos, ni nunca lo hemos estado. Desde que en mi niñez escudriñaba y me interesaba por la astronomía, hasta ahora, nunca lo he puesto en duda. Para darle una perspectiva diferente y, de paso, soñar un poco (que observo que es un bien escaso), os ofreceré una nueva visión.

Se cree que el universo posee unos 13.800 millones de años. Nuevos descubrimientos afirman que las primeras galaxias se formaron hace unos 12.800 m.a., sólo 1.000 m.a. después de la formación del universo! Sin embargo, nuestro sistema solar se formó 9.000 m.a. después del Big Bang. Si en nuestra galaxia existe vida y, además, inteligente, aun suponiendo que sólo nosotros somos los únicos y pensando en que sólo una de esas galaxias que se formó 1.000 m.a. tuviese por aquel entonces un planeta con vida, si hace 9.000 m.a. se formó vida en alguno de éstos y ésta todavía permanece hasta nuestros días y, más aún, en alguno de esos planetas de alguna de esas galaxias se formó vida inteligente, y ésta ha sobrevivido hasta ahora, una infinidad de cuestiones surcan mi mente, como por ejemplo: ¿cómo debe ser? ¿En qué deben de estar ocupados? ¿Son capaces de visitar otros mundos? ¿Cuál habrá sido la naturaleza de esos contactos? ¿Establecen relaciones de amistad o de hostilidad? ¿Podrían haber venido con sus naves y haber registrado la formación de la historia de todo nuestro sistema solar? ¿O únicamente nuestra esfera azul? ¿Os parece excesivo grabar tanto tiempo? Y nuestros dispositivos de almacenaje de información…¿Recordáis cuando una gran máquina ocupaba un enorme espacio físico pero no almacenaba apenas información? Y ahora, los dispositivos son cada vez más pequeños y almacenan muchos más datos. ¿Os imagináis que un buen día una civilización extraterrestre se presente delante de nosotros y nos ofrezca la historia de lo acontecido en todo nuestro sistema solar?

Tanto hemos hecho nosotros, y en tan poco tiempo… No puedo ni imaginarme de qué sería capaz una civilización tan sólo 1 m.a. más avanzada que nosotros, y me parece que estoy poniendo una cifra extraordinariamente pequeña, ya que en el universo, no se barajan escalas temporales tan pequeñas. Pienso que cualquier cosa que encontremos está extraordinariamente más avanzada que nosotros o extraordinariamente más primitiva que nosotros (refiriéndome al conocimiento). La verdadera lotería, en mi opinión, sería hallar alguna que fuese similar en términos de desarrollo. Y ahora, dejando de soñar, toca poner los pies en Tierra y comentar la relevancia que tuvo en mí aquel día de clase.

Finalizada la presentación, hubo un enorme ruido de sillas en la sala (ya que tocó el timbre y tocaba cambio de clase) y escuché, ¡de milagro!, que la profesora citaba el siguiente nombre: Carl Sagan.

Acabadas las clases, me dirigí hacia mi casa, abrí el ordenador y puse su nombre, puesto que quería saber quién era ese señor. Una vez empecé a saber de él, me quise interesar todavía más, y os puedo asegurar que lo que me aportó fue una grata e innovadora visión del mundo. Desde entonces, se enriquecería mi perspectiva de todo aquello que me rodea. Nada volvería a ser lo mismo.

A día de hoy, doy las gracias por no haber pasado olímpicamente de este señor. Mi interés, mi curiosidad y mi perseverancia, así como un considerable toque externo de fortuna, hicieron que me interesase todavía más por el mundo que me rodeaba. Si no hubiese escuchado ese nombre, si se me hubiese pasado por alto, quizás a día de hoy no sabría nada de él. Me pregunto cuántas personas habrá, que no conozca, y que me puedan aportar un sentimiento y unos valores con tanta fortaleza como la que él me aportó. Esta ha sido mi lección de hoy. Espero que os haya gustado.

Un cordial saludo,

Adrián Ch.